Segovia-Madrid-Dubai-Manila

Después de un viaje largo de cojones enormemente enriquecedor, ya estoy en Filipinas. Tras asumir con dolor que mi maleta es finita y conseguir meter ahí todo lo que quería traerme, tocó tirar hacia la T4. El primer vuelo tenía que durar algo más de siete horas, pero está claro que en tan poquito rato no te da tiempo a sentir el avión como tuyo propio, por lo que gracias a un memo inestable pasajero con aprensión a volar, pudimos abortar el despegue, volver a la puerta de embarque para que el buen hombre besase tierra firme y hacer de nuevo la cola de aviones para despegar. ¡Gracias amigo pasajero por regalarnos más de hora y media muriéndonos del asco admirando la bella pista!

La intención inicial era pasarse el vuelo sobando pero esto parecía chocar frontalmente con los planes del vasco que se sentaba al lado y, más concretamente, con su voz en dobly surround. Lejos de hartar al personal, un grupo de gente que iba a currar a la Formula 1 (lo sé, amigos potenciales pero no hubo manera de estrechar lazos con el vasco berreando) encontró especialmente entretenido al bilbaino coñón y tras descubrir que el alcohol en el vuelo era gratis, celebraron el encuentro a base de copas. Nosotros dos (sí, solo dos porque el tercer becario debía haber sido avisado de que se montaría este festival y decidió perder el vuelo) intentamos ver una película en calma pero no hubo forma, así que la única opción fue unirse al botellón aéreo. Por fin llegamos a Dubai, con la esperanza de que el tifón Pedring (como Pedro pero en presente continuo, de hecho aún continúa un poco por aquí) que estaba dando leña en Filipinas anulase el segundo vuelo y pudiésemos quedarnos un par de días en los Emiratos.

Acórdándome de lo que les gustaría estar aquí a mis otros tres Martín Márquez

No hubo suerte así que nos dedicamos a ver el aeropuerto chulo que se gastan en Dubai y la pila de gente distinta que hay por allí, tan pronto aparece un comando de mujeres luciendo burka como una australiana en cinturón ancho.

No pondré foto del de Manila porque comparar está feo

Una vez nos confundieron con árabes y nos sentimos plenamente integrados allí, cogimos el segundo avión con destino Manila.

Final call: a ras!!

Este me lo pasé casi entero frito y es una lástima porque la pantallita del asiento delantero tenía una burrada de películas, series, música que ya quisiera yo tener en el piso.

El R2D2 del ocio. Lo necesito.

Después del correspondiente retraso y las 9 horas del segundo vuelo llegamos a la tierra de los filipinos: ese híbrido complicado entre chinos y peruanos popurrí de culturas! Con casi 20 horas de viaje pensando cómo habría dejado el panorama el amigo Pedring, quedó claro que no está tan mal la cosa porque me lo esperaba así.

Nota: dramatización

Después de estar un rato entre filipinos parecíamos haber entrado en un bufle bucle infinito donde todos eran igual de feos y no había forma humana de diferenciarlos eran igual de exóticos y la misma cara se repetía sin parar en todas las cabezas, así que salimos de allí para pillar el taxi a casa. Filipinas destaca por ser el primer país con conducción en 3D: dirty, difficult, dangerous. Aquí las rayas en el suelo (si es que las hay) y los semáforos son meramente decorativos. Yo pensaba que lo de Malta era conducción temeraria pero aquí dan ganas de encadenarse al asiento al grito de “¡¡no a la tala!!” “¡¡ojito con el bus de al lado que te lo tragas!!”¡Qué más da si la carretera es de 3 carriles si cabemos 5! ¡y qué más da que esté perpendicular a la dirección del tráfico!

 

Por fín llegamos a la casa donde la humedad tiende a infinito y la ciudad se pierde en una capa de mierda que deja Madrid como reserva natural, pero pese a esto, el añito tiene muuuuuuy buena pinta! Seguiremos informando.