miércoles, 14 de diciembre de 2011

北京

Filipinas es muy bonita pero si este blog se llama como se llama es porque no pienso limitarme a este país. Con diciembre llegaba a un punto preocupante la obsesión filipina con la navidad la oportunidad perfecta para hacer el primer viaje a otro país y el lugar elegido fue (Pekín).
北京 significa capital del norte. Para más información culta: wikipedia.
El jueves por la tarde salimos hacia allá en un vuelo donde era tontería querer dormirse cuando se podía escuchar cada cierto rato cómo las azafatas sorteaban cantimploras al primer pasajero que le enseñase un pasaporte, una foto de familia o lo que a la tombolera frustrada se le pasase por la cabeza en ese momento.

Fue bajarse del avión y empezar a buscar dónde se habían quedado los 30º que había traído yo desde Manila. Pasar de 30º a bajo cero en cuatro horas y media no es bonito. Aun así, merecía la pena sólo por lo contento que estaba de estar visitando China, que siempre me había parecido algo remoto no, lo siguiente! La probabilidad de encontrar un chino que hable inglés es similar a la de encontrar un filipino de más de metro y medio, así que en cuanto pisé suelo chino tuve que sacar el poquito chino que sé, pero que junto a una pizca de mímica fue suficiente para hacer el ridículo delante de mi primer público chino llegar donde habíamos quedado con los becarios de Pekín.

El viernes decidimos visitar la plaza de Tian’anmen y la Ciudad Prohibida, que se llama así porque antiguamente estaba prohibido entrar a la gente común bajo pena de muerte. Esta vez lo que hacía de muerte era el frio porque Pekín nos recibió con una nevada impresionante, así que fue difícil admirar en condiciones lo que había, aunque hay que reconocer que también tiene su encanto verlo todo balanquito. Lo que ya tenía menos encanto era empezar a perder sensibilidad en las extremidades y las orejas, y fue entonces cuando lo vi: el gorro de oso panda. Oye, un flechazo.
Un día ideal para hacer turismo.
No sin mi panda.
Para vergüenza de todo el que caminaba a mi lado y descojone máximo del que se cruzaba conmigo, regateé a la chinita de turno para conseguir mi gorro y pasear calentito y divertido por los palacios impresionantes y las plazas enormes que había en la Ciudad Prohibida. Como es un lugar con tanta historia decidimos coger la audioguía. Aquí la expresión timado como un chino evolucionó a timado por un chino porque menuda mierda de audioguía, que en la primera puerta me dice que ha llegado al fin de la visita y puede devolver el dispositivo a la salida. Puse el panda de mi cabeza en modo amenazante y me dirigí a la china para que me diese otra audioguía que al final resulto funcionar también de pena y sólo me repetía en cada sala la historia de una emperatriz que lloró hasta quedar ciega. Ciega no, pero sorda sí se habría quedado la china de las voces que le habría metido por timarme dos veces.
Panorámica de la Ciudad Congelada Perdida. Click para ampliar.
Terminada la Ciudad Imperial deberíamos haber visto un par de cosas más por la zona pero la niebla lo impedía así que rumbo a 东四十, donde nos reuniríamos con los becarios de allí después de sus clases. Tanto esta noche como todas las demás, nos llevaron a lucir lo bien que comemos todos con palillos a sitios chulísimos porque la verdad es que no podían haber sido mejores anfitriones.  Fran, Jaime, Carlos, Lucas y Miguel nos han puesto el listón muy alto para cuando nos devuelvan la visita. Solo con acogernos en sus casa y ofrecernos cuartos de baño ya se habrían ganado el cielo. En china hay varias modalidades para los baños. Está la modalidad masculina, donde puedes arriesgarte a ir a un baño público. En la modalidad femenina, vete a casa. En cualquiera de ellas existe el riesgo de pérdida irreparable de la pituitaria amarilla por el olor.
Atiendan, porque ¡este es el mejor baño público que encontré!
Esa misma noche llegaron Mar y Jorge, de Shanghai, nos marchamos de fiesta y al día siguiente fuimos todos a ver lo que nos quedaba por Tian’anmen: 北海公(Bei Hai Park) y la colina de carbón desde donde se ve gran parte de Pekín con la Ciudad Prohibida en primer plano. La nieve se fue donde estuviesen los grados que traje desde Filipinas así que pudimos verlo todo pero esta vez sin nieve, fue como cambiar de estación en un día. Una vez es de noche, poco turismo se puede hacer en Pekín así que estuvimos dando una vuelta por algún hutong, callejones de la parte antigua de la ciudad donde hay tiendas, puestos...
Lo mismo de arriba pero al día siguiente. Ni media nube oye.
La Ciudad Prohibida desde la Colina de Carbón
El domingo tocaba otros de los platos fuertes: la Gran Muralla. Hay varios tramos para visitar y elegimos 慕田(Mùtiányù). Se puede subir caminando pero, aunque no nevaba, hacía frio y subimos en un telesilla hasta arriba. Cualquier cosa que diga es poca porque resulta impresionante la vista de la muralla, que se pierde por ambos extremos. Después de pateárnosla todo lo que quisimos bajamos, aunque no pegue mucho, en tobogán. Será muy turístico y lo que la gente quiera, pero te echas unas risas y bajas en 3 minutos.
Ávila nunca volverá a ser vista como antes...
Señoras chinas que estropean fotos.
El lunes tocó día de templos con el Templo del Cielo, el Templo de los Lamas (templo budista) y, aunque nos faltaba el de Confuncio y estaba al lado, ya de este pasamos porque era más de lo mismo. El templo del Cielo es en realidad un conjunto de edificios: el Salón de Oración por la Buena Cosecha, el Altar Circular y la Bóveda Imperial del Cielo.  Hay aún más cosas que nos faltaron por ver aquí pero hace falta ser muy lerdo tener mucha fe en la naturaleza para ir a ver el Jardín de las Rosas estando bajo cero en pleno diciembre. Aun así, pillamos la actuación de unos chinitos cantarines muy graciosos. Después fuimos a 798, el centro artístico de Pekín, que a mi me dio bastante igual porque el 98% de esas pinturas y esculturas son superadas en cualquier guardería no soy yo muy de arte.
Panorámica del Salón de Oración por la Buena Cosecha.

Esa noche volvimos a salir de fiesta, esta vez con los becarios de Estocolmo que también estaban en Pekín y como llegamos más tarde de las 6 de la mañana, la gente no estaba muy dispuesta a levantarse a las 10 para ir a ver lo que nos faltaba: el Palacio de Verano. Se trata de una residencia que está a 12 kilómetros del centro de Pekín y, aunque siguiese borracho al levantarme hubiese descansado poco, no pensaba irme sin verlo. Tengo que reconocer que al principio me daba bastante respeto irme tan lejos yo solo y con un nivel de chino tan bajo, pero al final me decidí y con solo pedir unas pocas indicaciones llegué allí. Aquello es gigantesco, con colinas, parques, templos, palacios, un lago enorme…y aunque no pude verlo todo por lo grande que es y porque el lago estaba congelado y no partían botes al otro extremo, sin duda mereció la pena verlo moribundo como estaba.
Esto me pasa por ir a un Palacio de Verano en diciembre.

Esa misma noche salíamos de vuelta a Manila en un vuelo nocturno que nos dejaría el tiempo justo para darnos una ducha y llegar de empalmada a la embajada. Ya me iba mosqueando a niebla de camino al aeropuerto pero eso no impidió una cara de retrasado digna de taparse con el gorro de panda que escuchase perplejo cómo me retrasaban el vuelo 13 horas!! Los amigos de la compañía aún tenían un bonus para la maravillosa noche que nos esperaba: como me habían sellado el visado, no podía volver a salir del aeropuerto. ¡Viva! encerrado en una sala de embarque sin dinero chino durante 13 horas, ¡viva!. Para que aún sintiésemos esa noche como vacaciones en Pekín, decidieron dejar la terminal a temperatura ambiente para que, durmiendo en el parque infantil donde dormí, pudiese congelarme como un chino más en la construcción de la Gran Muralla. ¡Qué experiencia tan auténtica!
Ni que decir tiene que no llegamos el miércoles a trabajar por lo que tuvimos que ir el jueves, que era fiesta, para sacar el trabajo adelante. Y hasta aquí la primera cumbre filichina. Para la siguiente vienen ellos: Nochevieja en Boracay.
Tuve que irme del parquecio cuando por la mañana las madres de los niños que jugaban a mi alrededor me miraban raro.