viernes, 7 de septiembre de 2012

Sídney



Son once meses ya de ojos rasgados, de arroz, de soja, de budas, de templos, y de historias asiáticas de estas así que, francamente, ya va bien un descansito de todo esto. La idea parece buena pero ojo porque la cosa no es tan fácil como parece. Para empezar Asia es gigantesca y cualquier otro continente pilla lejísimos del sudeste asiático, y cuando digo lejos es tanto kilómetros como en euros porque hay que ver la tiritona que le entra a la tarjeta al ver los precios de estos vuelos.
¡Lo que cuesta llegar a esta ciudad! en todos los sentidos además
El transporte de la ciudad muy bueno no es, pero tienen taxis acuáticos así que se perdona

De vez en cuando sacan lo que llaman ofertas de aproximadamente mil euros para ir Australia. Y está bien que le avisen a uno, está bien sentirse querido, pero estaría mucho mejor quitarle un cerito al asunto. Así que para poder conseguirlo, y poder seguir comiendo a diario, es necesario volar casi 4 horas hasta Kuala Lumpur, esperar 7 horitas de escala y montarse en otro vuelo de 8 horas para, por fin, llegar a Sídney. Eso sí, aunque te toque un vuelo lleno de niños malcriados, y esto no es una situación hipotética sino un drama vivido en primera persona, el palizón merece la pena. Normalmente cuando llego a un lugar siempre pienso si viviría allí o no, y en el caso de Sídney eso se da por hecho y la pregunta fue más bien cómo hago yo para mudarme allí a la de ya. La cosa que es complicada de montar incluso con matrimonio de por medio porque allí conseguir un pasaporte europeo no les atrae nada así que poco, así que no se les puede atraer con eso. ¡En Filipinas venderían a su madre por conseguirlo! Claro que de otra manera es más difícil aún porque es un país complicado en cuanto a visados y, encima, más aún para los españoles, que no tienen derecho a working holiday visa.
La Opera House, más cerquita
Como hablan inglés del de verdad, fue facilísimo enterarme de cómo ir al centro de la ciudad y, en el camino en tren, ya pude comprobar que el individuo australiano puede caer en dos marmitas al nacer: la de los esteroides y la de las grasas trans. La mayoría, sin embargo, cae en la primera y cualquier bíceps australiano tiene un diámetro similar al del cuello español. La australiana estándar también es de extremos opuestos y, o bien están hechas enteramente de fibra con culos firmes cual titanio o son, en sí mismas, un michelín. Eso sí, en su favor tengo que decir que las últimas son la minoría y que se trata, de cualquier modo, de michelines rubios de ojos azules, que siempre adorna más y los diferencia de las ballenas que hay en aguas australianas. Por si tuviesen pocos minipuntos, son amabilísimos. Pero no una amabilidad borrega como me he encontrado en otros países sino amabilidad de verdad, como en Corea o Birmania. En definitiva, yo diría que si mezclas gente educada de Reino Unido, gente atenta de Japón, gente guapa de Dinamarca y pones el resultado en una ciudad bonita como Nueva York, el resultado son los australianos en Sídney.
A la pregunta sobre si se encuentran por la calle especímenes así, la respuesta es sí. Hay cientos de Naomi Watts y Chris Hemsworth por las calles de Sídney ante incrédulos extranjeros.
La ciudad tiene de todo lo que no tiene Manila, desde zonas verdes llenas de pájaros como Royal Botanic Gardens hasta playas como Bondi, Cogee o Bronte, pudiendo pasear por los los caminos que las unen por la costa. Las playas, sin ser como las de Boracay o El Nido, porque eso es prácticamente imposible, son estupendas para estar en plena ciudad, aunque cuando piensas la cantidad de animales potencialmente letales que pululan por ahí, la cosa empieza a ser un poco menos estupenda.  
Sin duda lo mejor de la ciudad es eso, la pedazo línea de costa que tiene, las playas o las bahías, como Watsons Bay, donde poder ir en modo dominguero a tirarse en el parque a comer al lado de la playa.
Botanical Gardens
Maravilloso, en cualquier parque hay todo lo necesario para montar barbacoa en cuanto asoma el sol
Da igual desde dónde se haga la foto, que Sídney es bonita

Yo podría haber estado todo el día de playa en playa, pero entre que allí agosto es invierno y que uno no deja de escuchar la música de tiburón cuando mira fijamente el agua, optamos por otras actividades en las que no hiciese falta bañador. Siguiendo mi año de encuentros animales, cogimos un barco de avistamiento de ballenas. Ahí llegas tú esperando que salten a lo grande y, encima, justo al lado del barco, pero después espabilas y te contentas cuando salen un poquito o se les encuentra por la aleta o el chorro que sueltan al respirar. No fue fácil verlas porque ese día no estaban muy saltarinas y, cuando se animaban, el simpático que manejaba el barco tenía la divertida idea de hacerlo girar sobre sí mismo, de manera que o bien cruzabas al otro lado de la cubierta a la velocidad del rayo, pasando por encima de otros tantos turistas, o bien asumías lo inevitable y te ponías a buscar una nueva ballena porque vete tú a saber donde andará la que viste cuando el barco se esté quietecito de una vez. Pese a las trabas del capitán del humor, pudimos ver algunas ballenas y también delfines, estos además muy de cerca y saltando tras el barco.
Izquierda: expectativas del avistamiento. Derecha: avistamiento real.
Además de por su costa, la ciudad es muy bonita y merece mucho la pena pateársela. Por muchas veces que se pase por delante de la Opera House y el Harbour Bridge, uno no se cansa de verlos, y cerca de ahí está The Rocks, una zona de pequeñas calles y casas con restaurantes, tiendecitas y demás. Caminando se puede llegar a Queen Victoria Building, Oxford Street, Hyde Park…y se ve que no debieron tener mucho tiempo a la hora de poner nombres, agarraron un plano de Londres y se quedaron a gusto copiándolo todo. Normal que las criaturas no tengan tiempo de nombrar nada porque se pasan la mitad de su vida corriendo y haciendo deporte. ¡Es un no parar! ¡Agotador hasta para el que lo ve! Claro que así están, no me extraña.
The Rocks

¡Y venga a correr todo el día como si les persiguiese alguien!
Volviendo a la ciudad, darse una vuelta por Darling Harbour o coger un ferry desde Circular Quay hasta Manly también merecen la pena. Una vez más, lo mejor de Manly son las playas que, en días de más viento y mejor temperatura, se llena de surfistas inconscientes de lo que hay bajo el agua, y la playa se convierte en una competición. Hasta tal punto la playa es de los surfistas que los bañistas estándar, de los que chapotean en lugar de hacer piruetas, tienen una zona, no muy grande, delimitada para no estorbar a los acróbatas de la tabla. Menos mal que tienen el Corso para irse de tiendecitas si no caben en su trocito de agua.
"Beach closed: Dangerous Conditions"

Ala, a ver lo rápido que nadas hasta la orilla.
¡Si es que encima van avisadísimos!

En Corso se puede encontrar todo tipo de artículos inspirados en artesanía aborigen

Pero una ciudad no se vive solo de guiri, así que María, ICEX Sídney que me acogió bajo su techo, preparó más saraos como inauguraciones de casas o barbacosa. No tengo palabras para describir cómo me puse en la barbacoa después de tanto tiempo de comida asiática. Incluso probé la carne de canguro, aunque no podía parar de pensar que me estaba comiendo un animalito con el que un rato antes había estado jugando. Y tengo que decir que, puestos a elegir, es más entretenido darles de comer que comértelos tu a ellos. Los canguros son una monada, y sus réplicas en miniatura, los ualabíes, más de lo mismo. Aunque el que dan ganas de coger cual peluche es el koala, que pasa de la gente como de la mierda más absoluta, pero que se deja acariciar lo que haga falta. Otro animal que pude ver, y que no sabía que existía es el wombat, cuya defensa contra un atacante es aplastarles con el hueso trasero contra el techo de sus túneles. No es que sea un combate muy glamuroso, pero al menos han sabido sacarle partido al culo gordo. Los australianos de la marmita de la grasa, aún están por conseguirlo.
¡Ni se inmuta el tío!
Este en cambio hace mucho más caso
Mira qué coquetos con la cámara los wombats
Si normalmente la vuelta a Manila es mejor experiencia de que las comparaciones son odiosas, cuando se vuelve de un sitio como Sídney es otro nivel de pereza por volver. y si a eso se le suma el palizón de la vuelta...de milagro no me anclé a la Opera House para evitar volver.
Este baño me atacó con luces y sirenas hasta el punto que pensé que igual me encerraba dentro. Durante el viaje de vuelta ya no lo veía como algo tan malo...

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