A estas alturas de la película ya he podido tachar unos
cuantos sitios de la lista de lugares por visitar pero afortunadamente aún
quedan sitios diferentes a todo lo anterior y que te pueden dejar con la boca
abierta.
La semana pasada estuvimos en Camboya, que, sin esperarlo, y
puede que sea precisamente por eso, se ha convertido en uno de los mejores sitios
en los que he estado. Llegamos el jueves por la noche a Siem Reap, nos
recogieron en unos tuc tucs comodísimos y llegamos al hotel, que nada tiene que
ver con los últimos en los que estuve, en Birmania.
Después de cenar nos acostamos pronto porque el viernes
pretendíamos ir a Angkor Wat a ver amanecer. Muy dispuestos, y con la legaña en
lo alto, nos levantamos a la hora que el resto de días nos acostábamos muy
pronto. Nos dividimos en tres tuc tucs, aparentemente iguales, y salimos hacia
el templo. ¿Iguales? No. Sólo uno de los tres tenía un incompetente que vino a
recogernos con la gasolina justa para recorrer tres calles. Por supuesto, entre
los afortunados de conocer a este iluminado de los transportes, estaba yo. Una
vez nos quedamos tirados en la carretera, el muchacho, sin prisa pero sin y con pausa, se dedicó a buscar tienda por tienda a alguien que le dejase gasolina.
Hay que decir a su favor que en estos países es muy común que te vendan una
botella de refresco rellenada con gasolina en el sitio menos pensado. Al
terminar de preguntar sin éxito en todas las tiendas, la criatura volvió a
empezar la ronda, no fuese a ser que en esos 10 minutos la gasolina hubiese
aparecido por generación espontánea. Entre esto y el madrugón, ni que decir
tiene el mal genio que tenía yo por el cuerpo. Fue un alivio escuchar que,
aunque ya era completamente de día, el conductor espabilado afirmaba rotundamente que aún podíamos
llegar a ver amanecer al templo…al final conseguimos gasolina y, con más luz
que ganas, llegamos a Angkor Wat.
Aquí que falte lo que sea menos la serpiente de siete cabezas, que está en todas partes. |
Aquí los monjes visten de amarillo y naranja. |
En Camboya hemos podido ver bastantes templos, todos del
mismo estilo, pero unos más impresionantes que otros. Angkor Wat es seguramente
el más conocido y el mejor conservado. Les encanta su templo a los camboyanos. Lo plantan en los billetes, en la bandera…en todas partes, aunque tanto autobombo no le hace el
mejor templo del país. Angkor Thom es una antigua ciudad del imperio Jemer compuesta
por un conjunto de templos, como el Bayon, un templo con 50 torres y cerca de
200 caras sonrientes, a la que se sumó la mía cuando vi que las típicas hordas
de turistas japoneses tenían una edad media de setecientos años y pasaban de
subir hasta arriba del templo.
Éxito total al conseguir que ni un japonés o coreano se colase en la foto. |
Niños tuneados en Angkor Wat |
Todos estos, y otros muchos templos, son impresionantes de
ver pero el que se lleva la palma es el Ta Phrom, un templo invadido por la
selva donde los árboles crecen entrelazados con la construcción. Muchos otros
templos del país estuvieron así antes, pero han sido restaurados por lo que
este es el que conserva el encanto de estar intacto. Se tiene la sensación de
estar en un templo en medio de la jungla, que poco a poco ha ido colonizando el lugar y hace pensar que se está en una película de Indiana Jones, o más aún, de Tomb Raider, que precisamente se rodó en Ta Phrom.
Angkor Thom |
Una de las caras del templo Bayon |
Ta Phrom |
Los árboles crecen entre ls piedras y se van comiendo el templo poco a poco. |
Los templos, bastante grandes la mayoría de ellos, no son lo
único desproporcionado de Camboya. No. Aquí los bichos han crecido hasta el
punto de que uno ya no sabe si está en Camboya o en el planeta de Avatar. Impresionante
el número y el tamaño de estos helicópteros con aguijones. Yo, que nunca he
sido muy fan de estos animalitos, estaba constantemente vigilando cuáles y
cuántos había a mi alrededor, sobre todo desde que uno de los amigos del viaje
se encontró una garrapata en el pelo y a otra le picaron seis o siete avispas
que no sé que llevarían dentro pero resultaron ser venenosas y tocó hacer visita
al hospital para que le atizasen cortisona y vacunas como souvenir. Pocos
radares en este mundo podrían alertar de la presencia de insectos con tanta
eficacia como hice yo ese día. He aquí una nueva habilidad que puede que haya
desarrollado después de aquella picadura de araña en el Pinatubo. Bienvenidos,
superpoderes, bienvenidos. Más vale tarde que nunca.
Aunque sean lo más importante, no todo en Camboya iban a ser
templos y bichos. Estuvimos en un museo de minas antipersona. La verdad es que
yo soy poco, o nada, de museos que no sean de ciencias y pensaba quedarme
tranquilamente en la puerta tomándome una coca cola para evitar la
deshidratación, pero al llegar vi que el museo está pensado para mantener a
niños, muchos de ellos víctimas de estas bombas, y decidí entrar. Y acerté, porque
fue muy interesante y te da una idea de la pila de bombas que, sobre todo los
estadounidenses, han dejado repartidas por el país para que cualquier persona
pueda reventar por los aires. Entre historias como esta y ver de cerca la realidad
de los países del sudeste asiático, las cosas se ven muy diferentes que desde
Europa. Empezando por los niños, que en estos países están obligados a crecer
enseguida.
Un ejemplo de cómo vive un niño por estas tierras |
Después de tanto momento culto y enriquecedor, en Siemp Reap
hay tiempo y sitios para sacar la faceta más innoble de cada uno y largarse de
marcha a, por fin, bares con música comercial.
Casi se me saltan las lágrimas al escucharla en lugar de la típica
cacerolada música electrónica de Manila. Contra lo que yo podía pensar, es una
ciudad con mucha fiesta donde por la noche todo son cocktails, copas y happy pizzas, que son típicas de aquí y tienen un
ingrediente verde que no son precisamente espinacas.
Muy completito el viaje a Camboya, además cada día estuvo
animado por ratos de diluvio universal para que nos fuésemos acostumbrando a lo
que nos espera en Manila, y que ya se empieza a notar. Si esto va a ser como lo
pintan, bendita la hora en la que saqué el título de submarinismo: PADI como
método de supervivencia.
me encantó el post. Camboya será uno de mis destinos, sin duda :)
ResponderEliminarun besito
Cada día lo cuentas mejor!!!!
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