viernes, 25 de mayo de 2012

Camboya


A estas alturas de la película ya he podido tachar unos cuantos sitios de la lista de lugares por visitar pero afortunadamente aún quedan sitios diferentes a todo lo anterior y que te pueden dejar con la boca abierta.

La semana pasada estuvimos en Camboya, que, sin esperarlo, y puede que sea precisamente por eso, se ha convertido en uno de los mejores sitios en los que he estado. Llegamos el jueves por la noche a Siem Reap, nos recogieron en unos tuc tucs comodísimos y llegamos al hotel, que nada tiene que ver con los últimos en los que estuve, en Birmania.

Después de cenar nos acostamos pronto porque el viernes pretendíamos ir a Angkor Wat a ver amanecer. Muy dispuestos, y con la legaña en lo alto, nos levantamos a la hora que el resto de días nos acostábamos muy pronto. Nos dividimos en tres tuc tucs, aparentemente iguales, y salimos hacia el templo. ¿Iguales? No. Sólo uno de los tres tenía un incompetente que vino a recogernos con la gasolina justa para recorrer tres calles. Por supuesto, entre los afortunados de conocer a este iluminado de los transportes, estaba yo. Una vez nos quedamos tirados en la carretera, el muchacho, sin prisa pero sin y con pausa, se dedicó a buscar tienda por tienda a alguien que le dejase gasolina. Hay que decir a su favor que en estos países es muy común que te vendan una botella de refresco rellenada con gasolina en el sitio menos pensado. Al terminar de preguntar sin éxito en todas las tiendas, la criatura volvió a empezar la ronda, no fuese a ser que en esos 10 minutos la gasolina hubiese aparecido por generación espontánea. Entre esto y el madrugón, ni que decir tiene el mal genio que tenía yo por el cuerpo. Fue un alivio escuchar que, aunque ya era completamente de día, el conductor espabilado afirmaba rotundamente que aún podíamos llegar a ver amanecer al templo…al final conseguimos gasolina y, con más luz que ganas, llegamos a Angkor Wat. 
Aquí que falte lo que sea menos la serpiente de siete cabezas, que está en todas partes.  
Aquí los monjes visten de amarillo y naranja.
En Camboya hemos podido ver bastantes templos, todos del mismo estilo, pero unos más impresionantes que otros. Angkor Wat es seguramente el más conocido y el mejor conservado. Les encanta su templo a los camboyanos. Lo plantan en los billetes, en la bandera…en todas partes, aunque tanto autobombo no le hace el mejor templo del país. Angkor Thom es una antigua ciudad del imperio Jemer compuesta por un conjunto de templos, como el Bayon, un templo con 50 torres y cerca de 200 caras sonrientes, a la que se sumó la mía cuando vi que las típicas hordas de turistas japoneses tenían una edad media de setecientos años y pasaban de subir hasta arriba del templo.
Éxito total al conseguir que ni un japonés o coreano se colase en la foto.
Niños tuneados en Angkor Wat
Todos estos, y otros muchos templos, son impresionantes de ver pero el que se lleva la palma es el Ta Phrom, un templo invadido por la selva donde los árboles crecen entrelazados con la construcción. Muchos otros templos del país estuvieron así antes, pero han sido restaurados por lo que este es el que conserva el encanto de estar intacto. Se tiene la sensación de estar en un templo en medio de la jungla, que poco a poco ha ido colonizando el lugar y hace pensar que se está en una película de Indiana Jones, o más aún, de Tomb Raider, que precisamente se rodó en Ta Phrom.
Angkor Thom
Una de las caras del templo Bayon
Ta Phrom
Los árboles crecen entre ls piedras y se van comiendo el templo poco a poco.
Los templos, bastante grandes la mayoría de ellos, no son lo único desproporcionado de Camboya. No. Aquí los bichos han crecido hasta el punto de que uno ya no sabe si está en Camboya o en el planeta de Avatar. Impresionante el número y el tamaño de estos helicópteros con aguijones. Yo, que nunca he sido muy fan de estos animalitos, estaba constantemente vigilando cuáles y cuántos había a mi alrededor, sobre todo desde que uno de los amigos del viaje se encontró una garrapata en el pelo y a otra le picaron seis o siete avispas que no sé que llevarían dentro pero resultaron ser venenosas y tocó hacer visita al hospital para que le atizasen cortisona y vacunas como souvenir. Pocos radares en este mundo podrían alertar de la presencia de insectos con tanta eficacia como hice yo ese día. He aquí una nueva habilidad que puede que haya desarrollado después de aquella picadura de araña en el Pinatubo. Bienvenidos, superpoderes, bienvenidos. Más vale tarde que nunca.

Aunque sean lo más importante, no todo en Camboya iban a ser templos y bichos. Estuvimos en un museo de minas antipersona. La verdad es que yo soy poco, o nada, de museos que no sean de ciencias y pensaba quedarme tranquilamente en la puerta tomándome una coca cola para evitar la deshidratación, pero al llegar vi que el museo está pensado para mantener a niños, muchos de ellos víctimas de estas bombas, y decidí entrar. Y acerté, porque fue muy interesante y te da una idea de la pila de bombas que, sobre todo los estadounidenses, han dejado repartidas por el país para que cualquier persona pueda reventar por los aires. Entre historias como esta y ver de cerca la realidad de los países del sudeste asiático, las cosas se ven muy diferentes que desde Europa. Empezando por los niños, que en estos países están obligados a crecer enseguida.
Un ejemplo de cómo vive un niño por estas tierras
Después de tanto momento culto y enriquecedor, en Siemp Reap hay tiempo y sitios para sacar la faceta más innoble de cada uno y largarse de marcha a, por fin, bares con música comercial.  Casi se me saltan las lágrimas al escucharla en lugar de la típica cacerolada música electrónica de Manila. Contra lo que yo podía pensar, es una ciudad con mucha fiesta donde por la noche todo son cocktails, copas y happy pizzas, que son típicas de aquí y tienen un ingrediente verde que no son precisamente espinacas.

Muy completito el viaje a Camboya, además cada día estuvo animado por ratos de diluvio universal para que nos fuésemos acostumbrando a lo que nos espera en Manila, y que ya se empieza a notar. Si esto va a ser como lo pintan, bendita la hora en la que saqué el título de submarinismo: PADI como método de supervivencia.

viernes, 11 de mayo de 2012

Vigan


Cuando dicen que Filipinas perteneció a España, a mi no me queda muy claro qué tipo de huella hemos dejado aquí. El idioma no, la comida no, la eficiencia está claro que tampoco…cualquier tipo de herencia española la reventaron a base de guerra o la metieron en un cajón con la llegada de Estados Unidos. Sin embargo, entre tanta playa de las que uno piensa que solo existían en anuncios, sí queda algún sitio que huele a colonialismo.
Callecita de Vigan
La semana pasada fuimos a Vigan, en Ilocos Sur, al norte de Filipinas, para empezar la reconquista del país y convertirlo en el tercer archipiélago español pasar el fin de semana. Vigan parece sacada de un decorado de televisión, con lo cual yo estaba encantado y buscando siempre cuál es mi cámara. Es una ciudad muy cuidada, pequeñita, con carros de caballos pasando por las calles y edificios que recuerdan a la época española, hasta el punto de que a veces hasta te hacen pensar que estás en La Habana, o en El Toscal, aunque ya quisieran en Tenerife tener las casas la mitad de presentables que en Vigan.
¿Parece o no parece La Habana?
La vida de guiri es dura así que para llegar allí hubo que tragarse una nochecita de autobús en la que el psicópata conductor se vino arriba y vio en la carreterita que pasaba por pueblos su propio circuito del GP de Mónaco. Un innovador el buen hombre, ¿por qué respetar las curvas y rectas cuando es mucho más auténtico hacer eses en las rectas y tomar las curvas derecho cual una bala contra la montaña? ¿Y por qué conformarse en hacerlo a velocidad normal si se puede intentar alcanzar la de la luz? Bravo amigo conductor, el mundo es de los valientes, aunque en el camino haya que cargarse a 40 pasajeros! Al llegar besamos el suelo nos echamos una siesta y empezamos a patearnos la ciudad. La gente, como siempre, encantadora y con mucho ambiente porque ese fin de semana se celebraba el festival Viva Vigan así que todo estaba muy decorado para apoyar el sarao.

Pudimos entrar a alguna casa colonial antigua, visitar un taller de artesanía, una iglesia, una torre, darnos un bañito en la playa, salir de fiesta…así que finde muy completo. La gente se quedaba boquiabierta al vernos pasar, yo creo que no habían visto tanto blanquito junto desde que Filipinas era nuestro.
¡Nada que ver con el resto de Filipinas!
Vistas chulisimas desde arriba. ¿Dónde se hacen ellos la foto? en la escalera oxidada de dentro...
Juego sencillo: ponen una hilera de cholas y tienen que darles lanzando otra chola. Y se lo estaban pasando de escándalo.
El domingo fue el desfile de Viva Vigan, una serie de comparsas de todas las edades tocando música y con coreografías muy ensayadas y, muchas veces, bastante complicadas. No es que sea ni de lejos la más espectacular, pero, para mí, entre las mejores actuaciones estuvo la del grupo de los más pequeños:
     El amable policia no tuvo a bien apagar su sirena así que este video es mejor con el volumen bajito...
Niños esperando el desfile. No se ve bien, pero la de azul va de princesa Disney muy peripuesta, la criatura.
Viva Vigan Binatbatan Festival
Aún no tengo claro si para la gente de Vigan era más atracción el desfile o nosotros porque, además de pedir las típicas fotos, se acercaron a entrevistarnos de varias televisiones. En las televisiones locales no me apeteció pero sí salí en la ABS-CBN, que para eso es nacional y emite Pinoy Big Broter.

jueves, 3 de mayo de 2012

El Nido


El tercer encuentro filichino en Shanghái dejó el listón muy alto así que para el cuarto, que se jugaba en Filipinas, tocó sacar la artillería pesada. Junto a Boracay, el plato fuerte del país es El Nido, en la isla de Palawan. Además de ser un sitio impresionante, tiene el aliciente de que no está tan explotado como debería porque está a tomar por culo Filipinas no tiene la fama de otros países como Tailandia, y mucho mejor porque así las aglomeraciones de turistas se las quedan ellos.
Esto en China no lo tienen...
Para llegar a El Nido hay que volar desde Manila a Puerto Princesa y desde allí tragarse la friolera de 5 horas de furgoneta. Hasta aquí parece medianamente aceptable pero la cosa cambia cuando compruebas que cualquier camino de cabras es una autovía al lado de esto y que los filipinos, en afán de hacer todo más entretenido, han decidido que los números de las señales de tráfico no sean límites de velocidad sino puntos para el primero que las pase todas. Así, nuestro conductor, luchador y competitivo donde los haya, decidió hacerse con el mayor número de puntos en el menor tiempo posible y cerca estuvo de estamparnos conseguirlo, aunque para ello tuviese que reventar algún quitamiedos de la carretera. Al terminar el rally viaje nos juntamos con los ICEX de Shanghái, Yakarta y Kuala Lumpur y, como ya era de noche, lo único que pudimos hacer es ir a cenar, esperar las dos horas que tardaron en traer la cena, y salir de fiesta por la playa.
De noche ya era bonito, pero nada que ver con el día
Al día siguiente, con sueño y ganas a partes iguales, nos montamos en la bangka de turno para empezar a recorrer la zona. Aquí todo son formaciones de roca negra afilada y llena de vegetación y aguas de muchísimos tonos de azules pero siempre transparentes y llenas de peces. Hay lagunas, playas, bahías…y la mayoría encerradas por las rocas o escondidas detrás de cuevas. Por mucho que se cuente, es imposible hacerse una idea a no ser que se vea en directo y, a poder ser, desde el agua.
Si desde la superficie el paisaje es increíble, bajo ella es igual o mejor. Peces de mil especies, estrellas de mar, corales, arrecifes que se pierden en la profundidad del mar… y medusas, claro. Más de una vez fue saltar al agua y notar cómo todas se acercan en masa a recibirte, aunque al ser pequeñas, no hubo desperfectos y pudimos nadar y bucear todo lo que nos dio la gana.
 Y a un minuto nadando de la orilla, un arrecife que no se sabe ni dónde acaba
Al día siguiente repetimos y cogimos otra bangka para seguir recorriendo las islas. Aunque todo es muy parecido, no cansa ni lo más mínimo y sigue dejando con la boca abierta. Tal vez a mí menos que al resto por haber estado ya en Coron, que es parecido aunque a menor escala, aunque todo Palawan sigue siendo de anuncio. Este día, además, pude descubrirme al mundo como nadador manco, porque los espabilados de la bangka me dieron un tubo que se doblaba hasta meterse en el agua y dejarme sin respiración, por lo que si quería coger aire no había más remedio que sujetarlo fuera del agua con una mano y valerme de la otra para nadar. Gracias bangkeros por potenciar mis habilidades y darme una oportunidad en los próximos juegos paralímpicos, Londres 2012: ¡allá voy!
Es que da igual lo que ponga aquí, no sé describir esta foto, para qué nos vamos a engañar
Aunque no está sobreexplotado, los puntos de visita son los mismos para todo el mundo y es difícil encontrar uno sin gente, aunque tuvimos la suerte de que en estas fechas se graba Supervivientes Suecia en estas playas y han copado los alojamientos de la isla, así que hay menos turistas de lo normal, y más cabezas rubias que de costumbre. La mayoría de las playas donde se graba el concurso están cerradas pero pudimos ver cómo preparaban una bahía para un especial del reality y, ni que decir tiene que yo estaba deseando que llegasen los cámaras y dar paso a la prueba de líder. Como no pudo ser, me quedé nadando por las playas hasta que unos filipinos nos vieron y, emocionados por su descubrimiento, nos preguntaron si éramos los participantes de Supervivientes. No les culpo, siempre he tenido malentendidos con gente que se resiste a creer que no soy nórdico.
Las rocas, como cuchillos. Supervivientes Suecia no se anda con bobadas.
El martes se acabó lo que se daba y, para que nos diese menos pena irnos, diluvió lo más grande así que recogimos los bártulos y empezamos la vuelta maratoniana a Manila, preparados para empezar la semana en miércoles y rehacer la mochila para el viernes, que la carretera espera de nuevo.